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Devocional Semanal 6-6-22 ¿Qué es absolutamente necesario?

Devocional Semanal 6-6-22 ¿Qué es absolutamente necesario?

¿Qué es absolutamente necesario para que una persona tenga salvación, para estar en una relación correcta con Dios Santo? Recientemente le hice esa pregunta a un amigo que respondió: “Los pecados de uno deben ser perdonados”. A lo que le pregunté: “¿Cómo se logra eso?” Comenzó su respuesta refiriéndose a lo que los de la persuasión católica romana creen, que uno debe ser bautizado, preferiblemente como un bebé para que el pecado original (pecado inherente de Adán) sea perdonado por Dios. Agregó que a pesar de que había sido criado como católico, ya no creía eso, y afirmó correctamente que un bebé no tiene la capacidad de saber lo que se está logrando con dicho rito. Una persona debe tener la capacidad de conocer, de entender la consecuencia del pecado y su remedio. En esto, tenía razón; sin embargo, mientras continuábamos nuestra discusión, él dijo que para que uno sea salvo él (o ella) debe ser bautizado. Afirmó que el bautismo lava el pecado de uno. Pregunté qué poder purificador hay en el bautismo en agua, ya que no llega al hombre interior donde se origina todo pecado. Él tropezó con esto y en ese momento nos interrumpieron, así que continúo aquí.

El bautismo es una de las dos ordenanzas instituidas por el Señor Jesús, la otra es una observancia (un memorial) de Su muerte. Este monumento conmemorativo debía (es) ser observado periódi-camente, mientras que el bautismo era (es) para ser una experiencia única. Ambos son importantes (para el cristiano) ya que uno identifica a una persona con el entierro de la muerte y la resurrección del Señor Jesús y el otro es un memorial (una celebración) de Su sacrificio y de Su superación de la muerte física y espiritual. Sin embargo, es evidente que hay muchos que observan ambas prácticas y, sin embargo, viven vidas que no reflejan ninguna identidad con Jesús. Esto es contrario a lo que el apóstol escribió en su carta a los Gálatas (y a nosotros):

19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. 22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:19-24).

 

La carne habla de la vieja naturaleza e inclusivamente del hombre natural. El hombre natural es el hombre no regenerado. Pablo escribiendo de tales personas escribió: Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente (1st Corintios 2:14). Se deduce entonces que el bautismo y/o el servicio conmemorativo no hacen nada para quitar (limpiar uno de) el pecado. No hay valor de ahorro en ninguno de los dos. La observancia de cualquiera de los dos, o ambos, es practicada por personas justas (salvas), así como por personas injustas (no salvas). Lo que es absolutamente necesario entonces para la salvación, para que uno esté bien con Dios, es algo diferente a ser bautizado o recordar la muerte, sepultura y resurrección de Jesús. Lucas (el escritor del Evangelio que lleva su nombre) da el único camino aceptable cuando escribe sobre el carcelero filipense en Hechos capítulo 16. Esta persona había llegado a una gran convicción de su pecado debido a la conducta y el testimonio de Pablo y Silas que estaban bajo su guardia y al darse cuenta de su precaria situación (tanto física como espiritual) gritaron: “30 y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? 31 Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa (Hechos  16:30-31). Creer entonces es el requisito previo para ser salvo, de ser justo ante Dios Santo. El bautismo y el memorial de la muerte y resurrección de Jesús siguen a creer, de haber llegado a la fe salvadora.

Tanto Jesús como Su amado apóstol (Juan) afirmaron esto. Jesús le dijo a Nicodemo:  El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18). Y Juan escribió: 36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan3:31).

Debemos notar que en las Escrituras el bautismo y la observancia conmemorativa siempre siguieron a la salvación de cualquiera que hubiera llegado a creer. Esas ordenanzas no marcaron el comienzo de la salvación, pero la salvación marcó el comienzo de esas ordenanzas. Finalmente, debemos recordar al ladrón arrepentido que fue crucificado junto a Jesús (Lucas 23: 39-43). Se le concedió el reino de los cielos no por el bautismo, sino por su comprensión de quién es Jesús. Era su creencia (confianza) que Jesús podía y lo llevaría al cielo.

Cada uno que lea esta pequeña obra tendrá que admitir que el bautismo en agua (no importa cuándo se administre) o la observancia del memorial no ha hecho nada para cambiarte en el hombre interior. Sólo una verdadera creencia (confianza) y compromiso con la obra terminada de Jesús puede hacer eso.

Steve

Stevelampman.com

Poder transformador; la obra de Dios en nombre del hombre

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