Devocional Semanal 4-24-23 ¿Por qué tanta maldad?
Recientemente, un amigo y yo estábamos discutiendo la escalada del crimen en el área de Scranton / Wilkes-Barre, Pensilvania (el área en la que vivimos), y me preguntó por qué pensaba que esto estaba sucediendo. Sugerí que muchos culparían a sus circunstancias por sus acciones, pero ofrecí que en realidad todo crimen tiene una fuente más siniestra, la naturaleza del hombre. Continué diciendo que el mal es el resultado de que Dios fue echado a un lado, que donde Dios no está, el mal está. Nuestra discusión terminó allí cuando otros amigos comenzaron a unirse a nosotros, pero mis pensamientos continuaron.
Dios le dio al hombre (primero a Israel y por extensión a todos los pueblos) los Diez Mandamientos que los dirigieron en caminos hacia la justicia. El rechazo de esas leyes fue y es un rechazo de Dios. El rechazo (negación) de Dios elimina o limita el temor del hombre hacia Él, y un temor disminuido o una falta de temor abre la puerta para hacer el mal. De tales personas, el apóstol Pablo fue llevado a escribir: “19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas;” (Gálatas 5:19-21a).
Por supuesto, no todas las personas han cometido asesinato; no todas las personas han cometido adulación; no todas las personas son fornicadoras; no todas las personas son sexualmente inmundas o lascivas; no todas las personas son borrachas; pero todas son culpables de violar las Leyes de Dios (Los Diez Mandamientos) de una manera u otra. Todas las personas son culpables de idolatría, de ser odiosas, de ser contenciosas, de celos, de arrebatos de ira, de ambiciones egoístas, de disensiones, de herejías, de salvajismo. Escribiendo sobre la naturaleza caída del hombre no regenerado, Santiago (el primer pastor de la iglesia de Jerusalén) escribió: “14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” (Santiago 1:14-15).
Rechazar a Dios abre al hombre a sus propios deseos y cuando uno responde a esos deseos no hay fin a lo que él (o ella) podría hacer. La autosatisfacción se convierte en el factor motivador en la vida de uno; Su corazón se vuelve tan duro que harán cosas inimaginables. Este es el misterio de iniquidad del que habla Pablo en su segunda carta a los Tesalonicenses (2:3-7). Satanás influye y alienta al hombre no regenerado hacia la autosatisfacción con el fin de que el hombre cometa actos de maldad contra su prójimo y contra Dios su creador.
Nosotros los cristianos no estamos exentos de “muchas” de las cosas mencionadas en Gálatas 5:19-21a, y Pablo les advierte que,10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. 11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. (Efesios 6:11-12).
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Poder transformador; La obra de Dios en favor del hombre